Hermosa era la noche, tal y como no puede ser menos cuando somos jóvenes. El cielo estaba estrellado y tan claro que al contemplarlo uno no podía por menos que exclamar: ¿es posible que bajo tan bello tapiz vivan seres llenos de enojo y de desvarío? La pregunta es ingenua, excesivamente ingenua, amables lectores; pero ¡que el Señor haga que salga a menudo de sus almas!
Noches blancas, Fiodor Dostoievski.
La tapa de la edición de Conaculta.
Muchas gracias, Kluivert, por tu aporte.
1 comentario:
No, por favor, faltaba más (?).
Lo estoy terminando de leer a ese libro de mi querido rusito crazy (?) Fedor y, para variar, me gusta muchísimo.
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