Hay gatos




A mí un gato me trajo la solución para Triste, solitario y final. Un negro de mirada contundente, muy parecido a Taki, la gata de Chandler. Otro, el Negro Vení, me acompañó en el exilio y murió en Buenos Aires. Hubo uno llamado Peteco que me sacó de muchos apuros en los días en que escribía A sus plantas rendido un león. Viví con una chica alérgica a los gatos y al poco tiempo nos separamos. En París, mientras trabajaba en El ojo de la patria, en un quinto piso inaccesible, se me apareció un gato equilibrista caminando por la canaleta del desagüe. Para sentirme más seguro de mí mismo puse un gato negro al comienzo y uno colorado al final de Una sombra ya pronto serás. Para decirlo mal y pronto: hay gatos en todas mis novelas. Soy uno de ellos, perezoso y distante. Aunque nunca aprendí la sutileza de la especie.


Extraído de Educación sentimental, artículo de Osvaldo Soriano publicado en el diario Página 12.

4 comentarios:

Kluivert dijo...

Este Osvaldo era re gato (?).

Me mató el remate. Muy bueno. De todos modos, aguanten los perritos.

Eternauta dijo...

Genio absoluto. Grande, Gordo. Con todo respeto, desde ya.

Luis David dijo...

El gato
es una sombra onírica
que se desliza indolente
por nuestros sueños.

Saludos

PD
¿Quieres participar en una metáfora colectiva?

Anónimo dijo...

Recuerdo con mucho agrado los cuentos de fútbol de Soriano, que hace tiempo escuchara en el programa de Apo, y que recientemente pude leer en Historias del Ascenso.

Respecto a los gatos, comparto con Kluivert la preferencia por los perros, clásicos enemigos de aquellos.