Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
Capítulo 68 de Rayuela, Julio Cortázar.
La tapa de la edición de Sudamericana de Rayuela.
Muchas gracias, Pau, por tu colaboración.
4 comentarios:
Hombre, el famoso capítulo 68 de Rayuela, tarde o temprano tenía que aparecer por aquí...¿encontraría a la Maga? Salud :-)
Una de mis lectura favoritas, genial.
¿Quién no ha tenido a su maga?
Un saludo
Cuando escucho "rayuela" me acuerdo de mi profesora de Literaura del secundario, Susana Alioto. Lo que pasa es que nomás llegaba, dibujaba una rayuela en el piso y se ponía a jugar. Qué loca (?)
amo ese libro, imposible degustarlo, digerirlo en la primer lectura. Solo en la 2° pude sentirlo. Y seguramente habran mas, siempre se le encuentra un nuevo sentido.
Abrazos!!
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