Echó un vistazo a su alrededor, para ver dónde podía sentarse, pero el planeta estaba completamente ocupado por el magnífico manto de armiño. Conque permaneció de pie, y, como estaba cansado, bostezó.
--El protocolo no permite bostezar en presencia de un rey--le dijo el monarca--. Te lo prohibo.
--No puedo evitarlo--respondió el principito, muy confuso--. He hecho un viaje muy largo y no he dormido.
--Entonces te ordeno que bosteces--le dijo el rey.
--Eso me intimida... no puedo...--dijo el principito, poniéndose colorado.
--¡Hum! ¡Hum! Entonces yo... yo te ordeno que unas veces bosteces y otras...
El rey balbucía un poco y parecía humillado.
El principito, Antoine de Saint Exupéry.
Te ordeno que bosteces
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